Ivan
Locke (Tom Hardy) es un hombre que ha tenido que trabajar muy duro
para alcanzar su sueño: llevar una buena vida. Sin embargo, un día,
inesperadamente, recibe una llamada que lo echa todo por tierra.
Desde ese momento tendrá que emprender una peligrosa huida
contrarreloj.
Mantener
toda la acción en un sólo escenario reducido durante todo el
metraje es un recurso que siempre resulta atractivo, porque se lo
pone difícil al cineasta para conseguir mantener el interés y
construir una trama coherente y fluida, pero también dificulta
llegar a cotas importantes de genialidad, ya que de hecho es un
recurso que no aporta demasiado al contenido y sólo destaca por el
reto que supone.
El
personaje de Hardy, un hombre obsesionado con la responsabilidad,
asume las consecuencias de un error pasado, de forma que arriesga a
perder todo lo demás, trabajo y familia, sin dejar escapar dichas
responsabilidades. Se trata de un personaje complejo, aquejado por su
necesidad de cumplir con todos sus deberes a causa del odio que
siente por su padre, el cual según parece era todo lo contrario.
Resulta curioso constatar que, hasta cierto punto, padre e hijo se
parecen cada vez más, pues Ivan Locke llega a destruir su familia y
dañar emocionalmente a sus hijos por un conflicto personal e
incluso, egoísta, pues lo hace simplemente para satisfacer su
percepción de su mismo y de como debería ser para ganar
simbólicamente a su padre. Al final de la película, Locke podría
suponer para sus hijos lo mismo que el padre de Locke para él mismo.
Tom
Hardy hace una interpretación brillante y destaca también la puesta
en escena. Knight es capaz de mantener el ritmo y el interés aún
con las limitaciones e incluso conseguir una fotografía
verdaderamente envidiable. La banda sonora acompaña muy bien el
desarrollo del film.
Interesante
y entretenida.
7/10
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