En
Texas, dos años antes de estallar la Guerra Civil Americana, King
Schultz (Christoph Waltz), un cazarecompensas alemán que sigue la
pista a unos asesinos para cobrar por sus cabezas, le promete al
esclavo negro Django (Jamie Foxx) dejarlo en libertad si le ayuda a
atraparlos. Él acepta, pues luego quiere ir a buscar a su esposa
Broomhilda (Kerry Washington), esclava en una plantación del
terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio).
Tarantino
es un cineasta que levanta pasiones y odios como pocos en el panorama
internacional. Su peculiar gusto y estilo le han valido de todo tipo
de calificativos desde alabanzas hasta insultos. De lo que no hay
duda es que se trata de un cineasta personalísimo y talentoso como
pocos. Django posee todas las características del cine
tarantiniano: humor negro, violencia hiperestilizada, diálogos
hilarantes y muy bien construidos, homenajes cinéfilos, etc. No me
sitúo entre los admiradores de Tarantino, pero he de admitir que
Django es una película enorme y un entretenimiento de
primera.
Django
empieza muy bien, con escenas divertidísimas y potentes que, a la
vez sirven muy bien para definir a los dos personajes protagonistas,
con un Waltz enorme que interpreta un personaje de los hilarante y
curioso y que domina cualquier escena en la que este presenta (hasta
que aparezca Leonardo DiCaprio con Calvin Candie). Me gustaría
destacar la escena en que aparece el Klu Klux Klan, el asesinato del
sheriff o la caza de los tres capataces criminales, esta última
llena de una rabia, sed de venganza y una crueldad bastante lejana a
la frivolidad con la que Tarantino suele tratar la violencia.
Sorprende este trato más realista de la violencia que hace en
ciertas escenas, sobretodo cuando esta se dirige hacia los esclavos,
desvelando un evidente compromiso hacia la cuestión racial por parte
del cineasta de Tennessee que se aprecia durante todo el film y que
lo hace un poco más profundo de lo que a priori parece (aunque eso
no signifique que destaque especialmente por ello).
Tras
este primer acto se suceden varias secuencias con el aprendizaje de
Django del oficio de cazarecompensas, resultando correctas y
entretenidas, enlazando con el segundo acto, el central y más largo
en el que la películas adquiere un ritmo más lento, aumenta la
tensión y se nos presenta al enorme personaje de Calvin Candie y su
criado negro y racista, interpretado por un enorme Samuel L. Jackson.
Aquí es donde creo que retrata mejor el problema de la esclavitud
mediante dos personajes arquetipo de susodicho conflicto, el
terrateniente que justifica con argumentos absurdos y inconsistente
el racismo, dado que le conviene, y el negro que acepta su condición
de esclavo y se somete sin resistirse. En un duelo interpretativo
verdaderamente memorable, reforzado con los diálogos hilarantes
tarantinianos y esos personajes excéntricos tan atractivos forman un
acto verdaderamente memorable.
Tras
este maravilloso acto se sucede el acto final con un ritmo
trepidante, lleno de violencia hiperestilizada y un tono satírico y
negro divertidísimo, pero que desgraciadamente se ve interrumpido,
rompiendo el rápido ritmo que llevaba a un clímax redondo. Esto
evidencia la excesiva duración del film, al cual le sobran varios
minutos y que el quitar esa “interrupción” del acto final en una
secuencia anodina y excesivamente larga habría contribuido muchísimo
a enderezar. Tras esta interrupción se continua con el baño de
sangre rematando un final irregular con una suerte de parodia del
“happy end” del western clásico.
Quisiera
destacar también la puesta en escena, como siempre muy conseguida en
el talentoso Tarantino, aunque falla con la banda sonora, más
irregular de lo que nos tiene acostumbrados. En definitiva, toda una
gozada y un divertimiento de primera.
8/10
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