sábado, 7 de febrero de 2015

Django desencadenado (Django Unchained, 2012) de Quentin Tarantino

En Texas, dos años antes de estallar la Guerra Civil Americana, King Schultz (Christoph Waltz), un cazarecompensas alemán que sigue la pista a unos asesinos para cobrar por sus cabezas, le promete al esclavo negro Django (Jamie Foxx) dejarlo en libertad si le ayuda a atraparlos. Él acepta, pues luego quiere ir a buscar a su esposa Broomhilda (Kerry Washington), esclava en una plantación del terrateniente Calvin Candie (Leonardo DiCaprio).


Tarantino es un cineasta que levanta pasiones y odios como pocos en el panorama internacional. Su peculiar gusto y estilo le han valido de todo tipo de calificativos desde alabanzas hasta insultos. De lo que no hay duda es que se trata de un cineasta personalísimo y talentoso como pocos. Django posee todas las características del cine tarantiniano: humor negro, violencia hiperestilizada, diálogos hilarantes y muy bien construidos, homenajes cinéfilos, etc. No me sitúo entre los admiradores de Tarantino, pero he de admitir que Django es una película enorme y un entretenimiento de primera.

Django empieza muy bien, con escenas divertidísimas y potentes que, a la vez sirven muy bien para definir a los dos personajes protagonistas, con un Waltz enorme que interpreta un personaje de los hilarante y curioso y que domina cualquier escena en la que este presenta (hasta que aparezca Leonardo DiCaprio con Calvin Candie). Me gustaría destacar la escena en que aparece el Klu Klux Klan, el asesinato del sheriff o la caza de los tres capataces criminales, esta última llena de una rabia, sed de venganza y una crueldad bastante lejana a la frivolidad con la que Tarantino suele tratar la violencia. Sorprende este trato más realista de la violencia que hace en ciertas escenas, sobretodo cuando esta se dirige hacia los esclavos, desvelando un evidente compromiso hacia la cuestión racial por parte del cineasta de Tennessee que se aprecia durante todo el film y que lo hace un poco más profundo de lo que a priori parece (aunque eso no signifique que destaque especialmente por ello).


Tras este primer acto se suceden varias secuencias con el aprendizaje de Django del oficio de cazarecompensas, resultando correctas y entretenidas, enlazando con el segundo acto, el central y más largo en el que la películas adquiere un ritmo más lento, aumenta la tensión y se nos presenta al enorme personaje de Calvin Candie y su criado negro y racista, interpretado por un enorme Samuel L. Jackson. Aquí es donde creo que retrata mejor el problema de la esclavitud mediante dos personajes arquetipo de susodicho conflicto, el terrateniente que justifica con argumentos absurdos y inconsistente el racismo, dado que le conviene, y el negro que acepta su condición de esclavo y se somete sin resistirse. En un duelo interpretativo verdaderamente memorable, reforzado con los diálogos hilarantes tarantinianos y esos personajes excéntricos tan atractivos forman un acto verdaderamente memorable.


Tras este maravilloso acto se sucede el acto final con un ritmo trepidante, lleno de violencia hiperestilizada y un tono satírico y negro divertidísimo, pero que desgraciadamente se ve interrumpido, rompiendo el rápido ritmo que llevaba a un clímax redondo. Esto evidencia la excesiva duración del film, al cual le sobran varios minutos y que el quitar esa “interrupción” del acto final en una secuencia anodina y excesivamente larga habría contribuido muchísimo a enderezar. Tras esta interrupción se continua con el baño de sangre rematando un final irregular con una suerte de parodia del “happy end” del western clásico.


Quisiera destacar también la puesta en escena, como siempre muy conseguida en el talentoso Tarantino, aunque falla con la banda sonora, más irregular de lo que nos tiene acostumbrados. En definitiva, toda una gozada y un divertimiento de primera.


8/10


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