domingo, 15 de febrero de 2015

El precio del poder (Scarface, 1983) de Brian De Palma

Tony Montana es un emigrante cubano frío y sanguinario que se instala en Miami con el propósito de convertirse en un gángster importante. Con la colaboración de su amigo Manny Rivera inicia una fulgurante carrera delictiva con el objetivo de acceder a la cúpula de una organización de narcos.


En 1983 Al Pacino protagonizó una de las películas más icónicas de la historia de cine, considerada de culto y una obra maestra casi unánimemente, constituye para mí uno de los films más sobrevalorados de la corta historia del cine.

El mayor atractivo de Scarface es su alto contenido en violencia y su descaro, resultando excesiva y vulgar. La violencia no me parece un defecto, en sí misma, de cualquier película, pero si el hecho de construirla toda sobre esta y convertirla en su punto fuerte. El otro gran atractivo de El precio del poder es su protagonista; Tony Monatana, personaje singular como pocos, interpretado por un histriónico Pacino que, sin embargo, no es capaz de contagiar ninguna empatía. Esto no es debido a su carácter depravado y corrupto, pues muchos antagonistas de cine resultan mucho más empáticos que su contraparte “buena”, sino que es debido a lo exagerado de su conducta y personalidad, que se aleja demasiado de la realidad como para poder identificar-nos con él.


La puesta en escena no destaca demasiado, se producen escenas bastante sonrojantes, como los dos matones que esconden sus armas de una forma más que deficiente con una servilleta en un club. La trama avanza de forma irregular, sin levantar demasiado interés y incluso aburriendo durante unos a todas luces excesivos 163 minutos. Los personajes secundarios no resultan tampoco demasiado interesantes y no consiguen tampoco mantener el interés.


Scarface es, además, una película de su época, demasiado incluso, resultando ahora mismo totalmente desfasada. La banda sonora se lleva la palma, ochentera hasta decir basta, así como los escenarios y el vestuario, tan hortera que duelen a la vista. Tras un desarrollo soporífero e irregular Scarface termina de la forma más excesiva y estúpida posible, con un festival de violencia y acción absurdos con Tony Montana recibiendo más balazos que una diana de feria mientras se carga a medio cartel del narcotráfico con toda facilidad.


La película pretende ser una crítica al sueño americano, pero me da a mí que la mayor parte de su público se quedará más con la “molona” figura de su protagonista. Sobrevalorada y estúpida. Una pérdida de tiempo.

3/10


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