Futuro,
año 2000. En la megalópolis de Metrópolis la sociedad se divide en
dos clases, los ricos que tienen el poder y los medios de producción,
rodeados de lujos, espacios amplios y jardines, y los obreros,
condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto
subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad.
Un día Freder (Alfred Abel), el hijo del todopoderoso
Joh Fredersen (Gustav Frohlich), el hombre que controla la ciudad,
descubre los duros aspectos laborales de los obreros tras enamorarse
de María (Brigitte Helm), una muchacha de origen humilde, venerada
por las clases bajas y que predica los buenos sentimientos y al amor.
El hijo entonces advierte a su padre que los trabajadores podrían
rebelarse.
Metrópolis
es probablemente la película más famosa de Lang, del expresionismo
alemán y tal vez del cine mudo. El robot Maria ya es un icono de la
cultura popular. Pero la enorme fama que la precede queda
ensombrecida por su más que evidente mensaje fascista que, no
obstante, no dificulta el visionado de una película que técnicamente
resulta impecable.
La
película nos presenta un conflicto de clases en un mundo
extremadamente polazarido, jerarquizado y desigual; una distopia que
recuerda al tan conocido libro de Orwell, 1984, aunque fuera escrito
más adelante. Des del principio la película si distancia de las
clases populares y incluso las desprecia. Aparecen totalmente
automatizadas, sin personalidad, ningún personaje de dicha clase
tiene peso (excepto María, que, sin embargo, parece desconectada de
su clase social y su infinita bondad y pureza le dan un aire
artificial y engañoso), las multitudes son salvajes y descerebradas,
se dejan influenciar por cualquiera (María o su copia infinitamente
malvada), son autodestructivos, etc. Parece que quiera transmitir una
imagen de inferioridad de las clases populares, las cuales
necesitarían, por tanto, una clase dirigente, el “cerebro”, ya
que los obreros no pueden serlo.
La
revolución popular de Metrópolis está basada en las revoluciones
que instigaba el comunismo, pero aquí son tergiversadas. Según la
película, la revolución no es válida por que en su transcurso los
obreros destruyen la fabricas y, por tanto, su propio sustento. Esto
no tiene ni cabeza ni pies, ningún revolucionario abogaba por la
destrucción de la tecnología y éste es un fenómeno que solo
aconteció en los primero años de la Revolución Industrial. Con
ésto pretende criminalizar el movimiento comunista y ponerlo en
contra del progreso tecnológico, una completa falacia, como ya hizo
el fascismo.
Durante
la trama se repite varias veces el lema “El mediador entre el
cerebro y la mano debe ser el corazón”, siendo ésta la conclusión
y el mensaje del film. En la misma frase se sugiere una supuesta
inferioridad de la clase obrera, la qual no puede autogestionarse. La
solución basada en dicha frase y que se aplica al final de la
película no soluciona nada: los burgueses siguen explotando al
obrero y el mediador es un burgués hijo del mismísimo dirigente de
la ciudad. Con ésta solución el bienestar de la clase obrera
depende de la supuesta buena voluntad del dirigente y de las
capacidades del mediador, dependen de la caridad del gobernante. Se
trata de una idea ingenuosísima que lleva a la población a la
resignación y favorece la jerarquización y la desigualdad. De
hecho, esta solución recuerda bastante al sindicato vertical y al
nepotismo que conlleva el totalitarismo.
La
película tiene un tono sentimental, irracional y monumental propio
del discurso fascista, pero eso también la hace bastante estimulante
y entretenida. En el apartado técnico es irreprochable, tiene una
fotografía magnífica, escenarios monumentales muy bien hechos y un
vestuario idóneo, destacando sobretodo la icònica caracterización
del robot María. En éste sentido Lang supera su anterior trabajo
parecido, Los Nibelungos. Por otra parte, el actor principal
creo que no está a la altura y el personaje de María sobreactua de
una forma que a veces se hace ridículo aún comparándola con otras
actuaciones expresionistas.
Aún
con el turbio trasfondo de la película, se trata de una de las cimas
del cine mudo. Por otra parte, el guión es de Thea von Harbou, de
forma que no podemos responsabilizar a Lang de dicho mensaje y se
merece una buena alabanza por su trabajo en el film. Es una lástima
que Lang malgastara su talento y la UFA tanto dinero con una película
de tan oscuro trasfondo.
7/10
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