domingo, 26 de abril de 2015

El cuarenta y uno (Sorok pervyy, 1956) de Grigori Chukhrai

Primeros años de la Revolución Bolchevique. Una unidad del Ejército Rojo lleva a cabo una operación de exploración en los desiertos del Asia central. Con los soldados viaja María, que destaca entre los mejores francotiradores de la unidad. En la última operación hace prisionero a un soldado de Ejército Blanco. La situación en la que se encuentran hace surgir una compleja pasión entre quienes son enemigos de clase.


Lo primero que llama la atención de esta película es el hecho de poner a una mujer como protagonista de una película bélica. María, es una soldado, una gran francotiradora, es una persona fuerte, autónoma e independiente, pero que no por ello pierde su sensibilidad y humanidad. Es un personaje femenino atípico que, además, no se ve convertido en un objeto sexual, por lo que contribuye a eliminar los estúpidos tópicos machistas y a contribuir en la causa feminista, algo que siempre es de agradecer en el arte.


El teniente blanco Oleg también contribuye a esta lucha contra los tópicos: aunque no sea un blandengue, acaba dependiendo de María, algo que normalmente en el cine es al contrario. Pero además también huye de los tópicos históricos que podríamos suponer en una cinta de la Unión Soviética que trata la Guerra Civil. El teniente no es demonizado, se comprende y explica su posición (evidente) ante la Revolución Rusa dado que proviene de la nobleza. Chukrhai se aleja del maniqueísmo y hace un retrato de la historia fiel y nada tendencioso.


El 41 destaca también por su romanticismo. No solo por la trama (que por cierto, es bastante tópica, enemigos que se enamoran), sino también por su fotografía, su puesta en escena y su banda sonora. La fotografía distorsiona bastante la realidad y forma una imagen con fuerte contraste entre tonos blanquecinos y cálidos frente a tono oscuro y frío. La naturaleza y la meteorología juegan un papel fundamental en la puesta en escena, y construyen imágenes de una poesía exquisita. El papel de la naturaleza se extiende también a la banda sonora con el uso continuado de su sonidos.


La película trata sobre el amor y la amatista y de como nos acercan, mientras la ideología nos confronta. De todas formas, Chukhrai defiende la fidelidad y la defensa de los ideales, sean cuales sean, por encima del amor o la amistad. Tiene un fondo sencillo pero apreciable y emotivo. Aún así, hay que destacar que algunas escenas son bastante pobres, como la primera y única batalla, o el final, un tanto forzado y incoherente.

Una película entretenida, bonita, romántica y poética. Muy recomendable.


8/10


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