martes, 7 de abril de 2015

Los Nibelungos: la muerte de Sígfrido (Los Nibelungos Parte I) (Die Nibelungen: Siegfried (Siegfrieds Tod) (Die Nibelungen - Teil I), 1924) de Fritz Lang

Adaptación de una serie de leyendas germanas sobre los nibelungos, seres que habitan entre la niebla. Narra la historia de Sigfrido, hijo de un rey, que, tras forjar una maravillosa espada y convertirse en un hábil herrero, debe volver al castillo de su padre. Sin embargo, impresionado por la historia de la bella princesa Krimilda, decide conquistarla. Abandona entonces el castillo paterno con el propósito de vencer a un dragón, cuya sangre hace invulnerable al que se baña en ella.


Contrariamente a lo que se podría pensar de una película basada en leyendas germanas, sobretodo en El cantar de los nibelungos, Los Nibeleungos no peca de maniqueísmo ni de personajes planos y tópicos. Lang hace algo muy suyo, construir personajes ambiguos. Sígfrido es fuerte, valiente, inocente y despreocupado, podría ser perfecto si no abusase de su poder y fuerza para su propio beneficio, manipulando a Brunilda en favor del rey Gunther para que éste acceda a darle la mano de Krimilda. Luego siente remordimientos, pero no duda en mantener la menira.


Ocurre lo mismo con Gunther, que aunque manipula a Brunilda su amor por ella es sincero y eso lo lleva a traicionar a Sígfrido. No le gusta ni la idea de manipular a Brunilda ni la de asesinar a Sígfrido y eso le sume en un estado casi depresivo contínuo. Hagen se lleva la palma en ambigüedad, sobretodo a partir de la segunda parte, ya que aunque aparece como el malo, su conducta obedece sólo a su lealtad extrema al rey Gunther y a su desconfianza en Sígfrido, que puede arrebatarle el feudo al rey; dos actitudes perfectamente comprensibles dada su posición.


Tras la presentación de Sígfrido y sus logros, la trama fluye de forma coherente y los personajes se complementan al la perfección para hacer avanzar la trama. Destaca por sus escenas épicas y heroicas, que salvo el combate del dragón, están muy bien llevadas. Dicho dragón, aunque en su momento seguramente fuese muy imponente, ahora resulta ridículo. Aunque a mí esos efectos especiales añejos nunca me han molestado, suelen parecerme entrañables, como es el caso. El clímax final está bien hecho, y seria casi perfecto si no fuera por la muerte repentina y inexplicada de Brunilda, introducida sólo para intensificar la carga dramática pero nada justificado.


La fotografía es impresionante, como suele ser en Lang. Consigue grabarte en la mente muchas escenas y es capaz de darle ese aire heroico y monumental que necesita. Los escenarios cumplen con ese cometido pero el uso reiterado de motivos más cercanos al arte indígena que al arte germano de la Alta Edad Media en los decorados me ha molestado bastante. Generalmente no me molesta la falta de realismo, pero creo que éste caso desentona demasiado. El vestuario también falla en algunos casos, como las ridículas trenzas infinitas de Krimilda o los cascos gigantes y ostentosos de Hagen y Brunilda.


Los Nibelungos no tiene demasiados errores o insuficiencias que lastren su visionado, pero lo cierto es que no lo he disfrutado tanto como ésta reseña parece indicar. No ha levantado del todo mi interés. Puede ser debido al personaje de Sígfrido, cuya inocencia e infantilismo me irritaba un poco. Pero tras el visionada reconozco que tal postura es un poco irracional. Tal vez es culpa del momento del visionado, dado que ha ganado con el recuerdo. Le doy una nota superior a la que le hubiese dado después de su visionado. Aunque su duración resulta un tanto excesiva, entretiene y emociona. Le debo un buen revisionado.


7/10


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