Segunda
parte de Los Nibelungos. Adaptación de una serie de leyendas
germanas sobre los nibelungos, seres que habitan entre la niebla.
Viuda tras la muerte de Sigfrido, Krimilda se casa con el bárbaro
rey de los hunos con el propósito de ejecutar su plan de venganza.
La
segunda parte de Los Nibelungos sigue e incluso potencia la
ambigüedad de los personajes. Krimilda recibe todo el peso del film
y se hace con el protagonismo junto con Hagen, eclipsando totalmente
al rey Gunther. Krimilda, anteriormente caracterizada por su
inocencia y templanza, arde en deseos de venganza, cosa que le hace
perder la razón paulatinamente. Sus deseos de venganza son
legítimos, pero sus métodos no lo son. Es capaz de sacrificar todo
lo que sea necesario (los soldados, el castillo y, incluso, su
hermano) para conseguir su venganza, lo que lleva a la consiguiente
tragedia, la matanza final.
Hagen,
por su lado, sigue con su actitud leal hasta el mismo final. Si, es
capaz de llegar al extremo por su rey, ya sea asesinar bebés o morir
en las llamas. Ni villano ni héroe, es un hombre sólido y leal a si
mismo y, por consiguiente, al rey. Los hunos son lo más
decepcionante del conjunto. Su caracterización raya al racismo. Son
salvajes, estúpidos y malos guerreros (mueren como moscas ante unos
pocos soldados). Eso sí, aunque Atila es un loco excéntrico, avece
hace gala de un sentido común del que carece Krimilda.
Krimilda
tal vez peca de una excesiva deshumanización. Su locura llega a tal
punto que la muerte de su hijo parece no importarle. Para mi gusto se
ha llevado demasiado al extremo su cambio. Por otra parte, su
interpretación también es la peor, no creo que la actriz esté a la
altura del papel, resulta demasiado sosa y inexpresiva, sobretodo
para una película muda y que se adscriben, aunque sea parcialmente,
al expresionismo alemán.
Lang
consigue un clímax largo y potente, con una gran carga dramática,
con ese asedio sangriento y épico. La locura de Krimilda llega a su
tope, Hagen lleva a las últimas consecuencias su lealtad y Atila se
venga como es debido. Probablemente (y curiosamente), Atila es el
único que se comporta proporcionalmente a la ofensa recibida.
En
el apartado técnico todo sigue más o menos igual que a la primera
parte: fotografía impecable, escenarios monumentales pero que
desentonan un poco y un vestuario que acierta solo a ratos. Para mi
gusto y contradiciendo la opinión generalizada, la segunda parte
supera a la primera.
7/10
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