viernes, 13 de marzo de 2015

Taxi Driver (ídem, 1976) de Martin Scorsese

Para sobrellevar el insomnio crónico que sufre desde su regreso de Vietnam, Travis Bickle (Robert De Niro) trabaja como taxista nocturno en Nueva York. Es un hombre insociable que apenas tiene contacto con los demás, se pasa los días en el cine y vive prendado de Betsy (Cybill Shepherd), una atractiva rubia que trabaja como voluntaria en una campaña política. Pero lo que realmente obsesiona a Travis es comprobar cómo la violencia, la sordidez y la desolación dominan la ciudad. Y un día decide pasar a la acción.


El gran pilar sobre el que se erige el clásico de Scorsese es su personaje protagonista, Travis Bickle, excelentemente interpretado por Robert De Niro. Travis es un personaje enigmático. Sabemos que tiene insomnio, pero es difícil determinar porqué. Podría ser debido a un estrés postraumático a causa de su experiencia en Vietnam, pero él asegura que tiene la conciencia limpia. También podría deberse al estrés causado por sus evidentes problemas de sociabilidad: no tiene casi amigos, se pasa el día sólo, no mantiene contacto con familiares, etc. Pero eso tampoco parece afectarle, vive relativamente cómodo en su soledad.

Esto convierte a Travis en un personaje errático, extraño, alguien que no entiende los demás, se mantiene alejado de la “normalidad”. Por ejemplo, ve pornografía como si fuera algo común y ordinario, incluso invita a Betsy en su primera cita a ver una película porno. Además, resulta paradójico que alguien como él desee que llegue “un gran diluvio que limpie de escoria la ciudad”, siendo él tan inadaptado como aquellos que repudia.


Parece que el amor que encuentra en Betsy sirve como una forma de redención, de salir de ese “pozo de inmundicia” y mejorar como persona a ojos de la sociedad. Travis menciona varias veces que para él las personas no deben dedicarse sólo a si mismas, sino que deben aportar algo a la sociedad. Pero sus problemas para socializar acaban con sus ambiciones de seducir a Betsy y eso le lleva a redimirse mediante la violencia, a limpiar la ciudad por si mismo para aportar algo a la sociedad.

Su interés por la política resulta superficial, dice estar convencido de que Palantine lo hará bien, pero no conoce nada de su programa político. Taxi Driver expresa un fuerte desencanto con la democracia: nunca sabemos de que partido es candidato Palantine, nunca conocemos el otro candidato y Palantine aparece como un populista y un vendido al darle la razón a Travis en su encuentro. Obviamente, Travis nunca tiene confianza en la política, sólo la usa como un vehículo hacia Betsy. Pero cuando Betsy lo rechaza, su odio por ella se contagia hacia la política y hacia Palantine, lo que junto a su desconfianza en la política le llevará a a intentar asesinar al candidato como primer paso para limpiar la “basura” del país.


Después de fracasar en el intento de asesinato, Iris reaparece para reconducir el objetivo de Travis de limpiar las calles de Nueva York. El dólar que recibe por parte de Sport, el chulo de Iris, se convierte en un símbolo de ese mundo podrido y su deuda con él. No lo usa nunca, se lo guarda recordándose que cuando pudo no hizo nada por defender a quien creía inocente. Por eso, cuando visita el prostíbulo lo usa para pagar su visita. Ha reiniciado su cruzada y eso salda su deuda.

Iris no acepta la salida que le propone Travis. Todos somos conscientes de que el mundo donde está metida Iris no le es beneficioso, pero también es cierto que no se la puede obligar a cambiar y a dejarlo por la fuerza. Por el motivo que sea su concepción de lo moral y lo beneficioso para si misma ha sido distorsionado. Obligarla a abandonar ese mundo no es una solución, pues ella misma no cambiará y regresará Travis no entiende esto y se decide por la vía violenta.

Ésto último junto con su desconfianza en la política y sus prejuicios hacia cierta gente de la ciudad da al personaje de Travis un cierto carácter totalitario y fascista. De hecho a la película se la acuso de ser fascista, algo que de hecho resulta bastante estúpido.


El final resulta tan enigmático como el mismo Travis. Después de la violenta secuencia del asalto al prostíbulo todo parece arreglarse, Travis es visto como un héroe, Iris vuelve a casa y vuelve a la normalidad y Betsy recupera su interés por Travis. Tras el pesimismo y la decadencia expresada durante toda la película, un final tan “perfecto” se ve fuera de lugar.

Ésto último puede deberse a que se trate de un sueño que exprese aquello que Travis creía que conseguiría al “salvar” a Iris. Pero en la escena final Travis mira por el retrovisor de forma que parece que algo ha llamado su atención, parece que su lado “heroico” se ha reactivado. Travis es una bomba de relojería que puede volver a explotar, se trata de un final cíclico pues una nueva matanza puede tener lugar. Esto también estaría fuera de lugar si simplemente se tratase de un sueño. Por lo tanto, entiendo que el final se ajusta a la realidad.


Siendo así, Scorsese lo que hace es plasmar una realidad decadente y pesimista al límite, un visión nihilista del mundo. Los valores éticos y morales más básicos dejan de ser relevantes. No sólo el mundo de Travis esta falto de moral, también la sociedad más “normal”, la del norteamericano medio. Una sociedad en la que un loco como Travis, de obvio carácter fascista, es encumbrado como un héroe no puede ser sana. Está corrompida por una democracia falsa, con políticos pasivos y ignorantes ante los males de la sociedad que sólo buscan ganar las elecciones a cualquier precio. La solución fácil y directa, la que utiliza la violencia, parece ser la única válida, tanto para los norteamericanos como a los dirigentes que eligen. De hecho, ésto mismo recuerda a la guerra de Vietnam, tan cercana en la memoria del estadounidense del momento.

El apartado técnico de Taxi Driver complementa a la perfección esa visión nihilista del mundo, con esas escenas nocturnas en las calles más conflictivas de Nueva York y esa banda sonora de jazz de Bernard Hermann que resulta tan deprimente.

Una película redonda.


9/10


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