martes, 24 de marzo de 2015

El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no Monogatari, 2013) de Isao Takahata

Basada en un cuento popular japonés anónimo del siglo IX, "El cortador de bambú". La historia comienza cuando una pareja de ancianos campesinos encuentran a una niña diminuta dentro de una planta de bambú, y deciden adoptarla como si fuera su hija. Convertida rápidamente en una hermosa mujer, es pretendida por muchos hombres, incluido el emperador.


El cuento de la princesa Kaguya es una de las obras cumbres del Estudio Ghibli, se trata de una de las películas más bellas del cine de animación, tanto en lo visual como en lo estrictamente argumental. Esto se debe a su peculiar estilo pictórico y la buena mano que tiene Takahata (así como el resto de cineastas de Ghibli) para tocar la fibra sensible y emocionar.

Kaguya, que un su cuento original era una explicación mitológica a las erupciones del monte Fuji, Takahata excluye la parte final del cuento para convertir la película en una alegoría del ciclo de la vida que, dicho sea de paso, muestra una visión de la vida bastante pesimista. La infancia de Kaguya es su etapa de la vida más feliz. Vive en armonía con la naturaleza y es libre de hacer lo que quiera en un ambiente informal y desenfadado con su grupo de amigos. Pero cuando empieza a madurar y sus padres deciden que Kaguya se convierta en una princesa, éstos la sumen en un mundo que no le es grato.


Las normas sociales y de conducta que cobran importancia con la madurez limitan las posibilidades de Kaguya de ser feliz, limitan su libertad para actuar y vivir tal como quiere y la separan de quiénes más aprecia después de sus padres. El hecho de que Kaguya viva para los demás (concretamente sus padres) y no para sí misma es lo que la hace infeliz. Sus padres no comprenden del todo lo que la hará feliz y ella no es capaz de desobedecerlos. Ésto la lleva a refugiarse en un mundo de fantasía, en su pasado, reproducido en miniatura en su jardín. Pero se trata de un mundo falso que sólo funciona como un placebo. Su felicidad proviene solamente de algo falso y momentáneo.


Lo único que Kaguya aprecia de este nuevo mundo es su familia y dado que casarse supondría abandonarlos, decide rechazar a toda costa a aquellos pretendientes que no la amen realmente. Pero las normas sociales de la época impiden que los pretendientes tengan contacto antes de la boda, de forma que ninguno de ellos conoce realmente a Kaguya y, por consiguiente, no pueden amarla. Finalmente, con esa demanda de auxilio a la luna se cierra el ciclo de la vida, quedando la infancia como el momento cumbre y siendo la madurez y la vida adulta una decepción tras otra. La propia sociedad y sus normas represivas cortan la libertad de las personas de ser feliz, convirtiendo la felicidad en algo intangible, propio sólo de la fantasía.


El cuento de la princesa Kaguya tiene numeroso momentos para el recuerdo, muchos de ellos muy emotivos, como la huida de Kaguya a su hogar de origen o el final, entre otros. Se trata de un Carpe diem bien hecho, emotiva y expresiva como pocas películas.


9/10


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