En
el siglo XVI, en el gueto de Praga, vivía el Rabino Löw, mago y
maestro en el arte de la nigromancia. Para evitar la expulsión de
los judíos, ordenada por el emperador Rodolfo II, modeló la figura
de arcilla del Golem e invocó al espíritu de Astaharot para que le
otorgará la vida. Sin embargo, cuando los judíos consiguen quedarse
en la ciudad, y el Golem salva la vida del emperador, el rabino trata
de invalidar su conjuro y quitarle la vida porque ya ha realizado su
cometido. Pero cuando un sirviente, cegado de amor, se la devuelve,
la figura de arcilla escapa de la influencia humana y se convierte en
una amenaza.
El
otro gran clásico primigenio del expresionismo alemán es El
Golem,
en el que aparecía el primer monstruo clásico de la historia del
cine. Los decorados esta vez resultan relativamente más reales. Las
casas del gueto son rígidas y de aspecto antediluviano, y se
retuercen en contornos angulosos y oblicuos que recuerdan a los
sombreros puntiagudos de los judíos y sus barbas. Estos decorados
transmiten la realidad malsana en la que vivían los judíos, tanto
en el contexto de la trama como en la realidad del momento en
Alemania. Aunque
estos decorados resulten efectivos, no tienen el carisma y la fuerza
que si tenían los de Caligari.
Además, la caracterización del Golem ahora resulta un tanto
ridícula.
Aunque
se acerque al realismo, Wegener continua jugando con la luz y sus
posibilidades expresivas. Además, vuelve a lo fantástico y a una
trama parecida a la de
Caligari,
en que alguien tiene el poder sobre un ser sin conciencia capaz de
cualquier cosa. El Golem vuelve al tema del poder, la fuerza y sus
peligros, dependiendo de quien tenga el control sobre dicha fuerza.
Mientras el rabino controla el Golem éste les devuelve la libertad y
la seguridad. Pero al caer en las manos equivocadas y perder el
control todos lo van a pagar muy caro.
Hay
que destacar también la humanidad con la que se dota al Golem. El
Golem monta en colora debido al desprecio al que es sometido y se
venga por ello. Sólo la inocencia y la tolerancia es capaz de parar
su venganza. Nos advierte, por tanto, de los peligros del racismo y
del
odio.
Aunque
en puesta en escena, profundidad y entretenimiento esta unos peldaños
por debajo de Caligari,
se trata de un clásico interesante y original.
7/10
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