miércoles, 6 de mayo de 2015

Nido de hidalgos (Dvoryanskoe gnezdo, 1969) de Andrei Konchalovsky

Fiodor Ivánovich Lavretsky regresa a la hacienda de su propiedad después de una larga temporada en el extranjero y una vez consumado el fracaso de su matrimonio. Al poco de llegar conoce a una radiante joven, Liza, hija de su prima, y recibe la noticia de la muerte de su esposa.


Atípica película soviética que sitúa la trama en la clase aristocrática del imperio ruso, sin mencionar en ningún caso el conflicto obrero. Se trata de un romance entre Lavretsky, un hombre idealista y que lucha contra las normas de la moral aristocrática por perseguir un matrimonio con amor, y Liza, una mujer fiel a los preceptos morales aristocráticos, una belleza pura y frígida.


Nido de hidalgos transmite una visión crítica de la nobleza: lo primero que vemos es la gran mansión de Lavretsky invadida por la naturaleza, vieja y maltrecha, absorbida por la maleza y las hierbas. Luego en casi todas las escenas interiores podemos oír los sonidos de la naturaleza, recurso un tanto extraño y desconcertante que te recuerda que el tiempo y la naturaleza se cobran lo que es suyo. Además, se subraya constantemente la vida ociosa de la aristocracia, y presentan una serie de problemas que resultan bastante estúpidos para una mente materialista. La estricta moral aristocrática es la que impide a Lavretsky y a Liza ser felices juntos, una moral totalmente subjetiva y que recorta las libertades individuales. Por otro lado, se caricaturiza la nobleza con un vestuario excesivamente ostentoso y una conducta femenina y un tanto ridícula.


El absurdo del conflicto amoroso, que juega continuamente con las esperanzas y las frustraciones de ambos protagonista, ensalza la necesidad de liberarse de las cadenas de la sociedad y luchar por lo que uno quiere, en este caso el amor en el matrimonio. Se plantea también un tema muy recurrente en el arte ruso, la confrontación entre rusófilos y occidentalistas. Lavrestky expresa un amor idealizado y romántico por la patria, aunque la misma película la presente como decadente bajo el dominio de una clase social desapegada de la realidad. Mientras, los occidentalistas son representados, sobretodo, por el pretendiente de Liza, un hombre un tanto irritante y necio. París se erige como un símbolo de occidente, pero también de la depravación y el libertinaje y los occidentalistas son claramente tratados de pretenciosos. Otro tema que se insinúa levemente es la humanización de la plebe y el recuerdo al desprecio y la injusticia al que eran sometidos por la aristocracia. La madre de Lavrestky fue sirvienta, se lleva muchísimos halagos y se erige como una persona a seguir, y el mismo protagonista se siente atraído a la vida de trabajador, relativizando la supuesta inferioridad con la que los demás aristócratas los tratan.


En el apartado técnico podemos apreciar una fotografía en tono coloridos, la predominancia de escenarios naturales y el uso combinado de sonidos diegéticos naturales con música no diegética, todo ello con una vocación evidentemente esteticista y que evoca un romanticismo y un idealismo que encajan perfectamente con la trama, sus temas y su personaje principal que, todo sea dicho, es interpretado por Leonid Kulagin de una forma un tanto insípida.

En definitiva, una película profunda, técnicamente irreprochable y muy romántica. Notable.


8/10


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