Narra
los conflictos de una joven pareja que no puede mantener su propio
hogar y se ven obligados a compartir habitación con los padres de
él.
Béla
Tarr en su ópera prima filma, con presupuesto casi inexistente, una
de esas pocas películas que se pueden catalogar como amargas. Otro
ejemple sería Vivre sa vie, de Jean-Luc Godard. Éstas son
películas crudas, que muestran sin efectismos el drama del día a
día, la desolación de la monotonía y la muerte en vida.
Con
un estilo semi-documental Tarr narra, con un realismo atroz, la vida
familiar durante los pobres años 70 en Hungría. Vemos desde primera
fila la desolación que inunda la vida de todas las personas que se
sienten desamparadas y abandonadas por el gobierno en un mundo de
pobreza, delincuencia y caos emocional. Un mar de preocupaciones tiñe
la vida de una gris oscuro como el de la fotografía de la película.
La
situación social trae con ella desconfianza y egoísmo que destruye
las familias y las vidas de sus integrantes, o tal vez no. Todo la
obra posee un pesimismo tan profundo que es difícil distinguir que
es producto de la corrupta sociedad y que de la propia naturaleza
humana. Doble moral, infidelidad, odio, desconfianza, etc. ¿Realmente
todo ello es culpa de la pobreza y la sociedad o sólo la usamos como
excusa para nuestros propios defectos? No estoy seguro que fuera esto
lo que quisiera transmitir Tarr dada la desoladora etapa por la que
pasaba Hungría entonces, pero es lo que me ha transmitido casi desde el principio.
En
todas las escenas, filmadas cámara en mano y casi sin cortes, se
percibe gracias a la ausencia de música y a la predominancia del
sonido, la monotonía de la vida cotidiana. Y ahí reside
la amargura del film, su capacidad de plasmar la realidad tal cual,
sin artificio ni adorno alguno. Parece que se filman escenas
espontaneas de una vida cualquiera. Por eso me resulta tan dura, por que se que lo que muestra es el pan de cada
día en familias de todos los lugares del mundo. Por que lo que
ocurre no es exclusivo de Hungría en esa época, sino que es un
problema atemporal y omnipresente. Que cada uno de esos personajes
que vemos en la pantalla representan personas reales, miles de ellas,
que ven sus vidas maltratadas día a día y no pueden disfrutar de la
parte mas maravillosa de la vida, que se escapa un poquito más cada
momento que pasa.
Nido
familiar es una película que, si eres capaz de entrar en su juego y
“disfrutarla”, te maltrata y te destruye. No puedo imaginar lo
dura que debía resultar en la Hungría de su tiempo. Tarr nos ofrece
una obra notable pese a la evidente falta de recursos y a su
inexperiencia en la dirección, que no puedo más que ignorar ante
semejante muestra de virtuosismo para moldear y retorcer las
emociones del espectador que cae en su conjuro.
Una película díficl y para un público muy restringido. "Disfrutenla".
8/10